Me he
decidido a hacer este post a raíz de conversaciones con varios seguidores de mi
blog sobre el aceite de oliva virgen extra.
La cuestión
es que estaban asombrados de que en mi cocina usara solamente aceite de oliva
virgen extra.
El aceite de
oliva virgen extra es puro zumo de olivas que no ha sufrido ningún tipo de
refinado, con lo cual las propiedades se mantienen intactas. Contiene
aproximadamente un 75% de ácido oleico que aporta muchos beneficios para nuestra
salud y previene enfermedades cardiovasculares, motivos más que suficientes
para comprar aceite de oliva.
Y ante
preguntas tales como: ¿Y haces mahonesa con aceite de oliva virgen extra? O ¿y
usas para freír aceite de oliva virgen extra?, etc.
Cundo hago
ensaladas, lo mido. Una cucharada por cada persona. A parte de que lo hago
porque estoy a dieta, os puedo asegurar que no hace falta más. Le aporta mucho
sabor y no hay necesidad de encharcar la ensalada, porque el aceite es de
excelente calidad y con un sabor inmejorable.
Cuando hago
repostería, siempre uso aceite de oliva. Bizcochos, magdalenas, brioche, etc…
En la masa
de la pizza, tanto cuando la hago como cuando ya la tengo lista para meter al
horno, que siempre le hecho un pelín por encima.
Para
cocinar, siempre, por supuesto. En todos mis guisos, está presente el aceite de
oliva virgen extra.
Cuando hago
mahonesa casera, de verdad, queda riquísima.
No hay
desayuno que me guste más que una rebanada de pan tostado con un chorro de
aceite de oliva virgen extra por encima.
Y para las
frituras. Las patatas fritas, quedan súper crujientes y no absorben nada de más
de aceite.
Así que
después de todas estas reflexiones, en mi cocina no entra otro aceite que no
sea aceite de oliva virgen extra.
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